La depresión - VANIER


>>> sigue texto de Jean Vanier


Para comprender la depresión

   La depresión, esa fuerza dolorosa y tenebrosa que nos invade desde lo más profundo de nuestro ser y que parece expandirse a través de todo el cuerpo, tiene sus orígenes en las heridas de nuestra más tierna infancia. Son sufrimientos muy antiguos que hemos empujado en zonas escondidas de nuestro ser y que resurgen en un momento dado a nuestra conciencia. Somos entonces invadidos y paralizados por sentimientos de tristeza, de culpabilidad, tenemos la impresión de ser totalmente incapaces de hacer algo válido. Nuestras energías y nuestro gusto por la vida se ha desvanecido dejándonos un hastío de todo, o sino, las ganas de desaparecer, de morir.

   Miremos los miedos, los sufrimientos y las angustias de un niñito, de ese niñito que hemos sido todos. El bebé que viene de nacer es tan pequeño, tan frágil, tan vulnerable. No puede hacer nada cuando se siente solo, herido, necesitado, sólo puede llamar pidiendo ayuda o rechazar la comunicación y la comida. Esa fragilidad, esa debilidad del niño constituyen su encanto. Para vivir tiene necesidad de ser protegido, alimentado, amado, sobre todo por su madre. Si él es amado por sí mismo se siente seguro y en paz, sonríe, sus ojos y todo su cuerpo chispean de alegría, al amor de su madre él responde con la confianza. Pero, ¿qué sucede si el niño siente que no es querido, amado, apreciado por él mismo con sus dones y capacidades?, ¿si la madre está ausente o con el espíritu en otro lado, si está cansada, deprimida, demasiado ocupada o preocupada para poder responder a los gritos y necesidades del niño, y hace uso de la agresividad y la cólera?, ¿si busca poseer al niño, guardarlo para sí misma a causa de sus propias angustias?, ¿si el niño siente conflictos alrededor suyo, si está presente en escenas de violencia? Entonces, el niño tiene miedo, un miedo terrible: se siente demasiado solo y por eso, angustiado. No sintiéndose amado y respetado por sí mismo, es decir, mal amado, piensa que es malo. Es por eso -cree él- que se le controla hasta asfixiarlo o sino se le deja de lado, que no se quiere nada con él, o al contrario, que se es agresivo con él. De golpe, se imagina cosas terribles: piensa que es él quien está en falta, que es él el origen de todo ese mal. Así, se desarrolla en el niño una imagen negativa de sí mismo y terribles sentimientos de culpa.

   Algunos parecen creer que el niño no siente nada, que no sufre de todas las ambiguedades y contradicciones que viven los adultos que están a su alrededor. Es absolutamente falso. El niño tiene un corazón muy vulnerable, experimenta una necesidad vital de amor y ternura por parte de sus padres. Necesita la verdad, no puede soportar las injusticias ni las mentiras. Y el amor, no es simplemente hacer cosas por alguien, es bastante más profundo. Amar a alguien es revelarle su belleza, su valor, su importancia, es alegrarse con su presencia, es pasar tiempo en su compañía y comunicarse con él. Amar es estar en comunión con el otro, darle de sí mismo y recibir de él.

   El niño sufre mucho cuando su sed de comunión queda sin respuesta o cuando ésta se rompe sin explicaciones y, ciertamente, es peor cuando se le engaña, cuando se le maltrata, cuando se le castiga sin razones válidas. Cuando la comunión se rompe, se produce la angustia, el aislamiento, el miedo. El niño pierde toda confianza en sí mismo.

   Todos esos sufrimientos, en el corazón tan vulnerable del niño, son amplificados por sus propias ambivalencias, por las contradicciones que nacen de él. El niño empieza a sentir rabia hacia sus padres, pueden nacer sentimientos de odio hacia ellos. Estos sentimientos agresivos lo asustan mucho y le confirman que él es malo. Tiene miedo y se asusta de su propia fuerza de destrucción, descubre un "monstruo" en él. En efecto, ¿cómo es posible sentir rabia y odio hacia su papá o su mamá que son para él fuente de vida, de alimento y protección?, ¿cómo puede amar y odiar a la misma persona, desearle la vida y la muerte, querer su presencia y su ausencia al mismo tiempo?

   Todo esto es una carga demasiado pesada para el niño. Esos sentimientos contradictorios unidos a la angustia y a la culpa, son insoportables. Entonces, hay que olvidarlos, ahogarlos, esconderlos en un mundo inconsciente, poner un muro entre esos sentimientos y la conciencia. Es así que el niño empieza a separarse de sus emociones demasiado dolorosas. Si puede hacerlo, se embarca en actividades, proyectos, juegos y distracciones. Llena su conciencia de otras realidades para olvidar y poder vivir mejor. Pero esos sentimientos ahogados, llenos de contradicciones y sufrimientos, permanecen en el fondo de su ser, en la memoria de su carne y de su corazón. Se constituyen en un fondo escondido de tinieblas, de culpa, de tristeza y de odio, encerrados tras muros muy altos, por lo que resulta demasiado difícil mirar, admitir o expresar. Pero, secretamente, esas tinieblas son las que, mal que bien, gobiernan su vida y las actitudes del niño en su crecimiento, su adolescencia y su entrada en la adultez. Son ellas las que determinan en parte algunos rasgos del carácter y explican los miedos, las iras, la voluntad de poder y otras actitudes irracionales. Esas tinieblas también tienen que ver en el deseo de luz, de ideal, de perfección, pues hay que reparar el mal que uno tiene en sí mismo, la mentira y la culpa que uno presiente pero que no conoce.


   La depresión es el resultado de todas esas tristezas ocultas, de esas tinieblas, de esos sentimientos de culpa que emergen a la superficie de la conciencia y que invaden todo el ser. Esta "emergencia", esta invasión, se produce en un momento dado de la vida, en ocasión de un fracaso, de un acontecimiento doloroso, de una pena, de la separación de una persona amada; momento en que las barreras que uno había construido alrededor de su corazón se desploman, en instantes de tensión y conflictos insoportables. Todos los sentimientos tenebrosos que el niño de ayer se había "tragado" u olvidado, son revividos en la depresión sin que el adulto de hoy pueda comprenderlos, sin que pueda descubrir la fuente o el origen oculto. Esta imposibilidad de comprender agrava la situación. La depresión se vuelve una enfermedad que da vergüenza: "estoy loco, tengo que ver a un psiquiatra". La persona mantiene entonces una imagen aún más disminuida y vergonzosa de sí misma, se siente peor: es una excluida, una anormal, una carga para los otros.


La modificación de secreciones

   Cuando un niño ama y es amado, cuando sonríe de gusto en los brazos de su madre, todo su cuerpo se libera y las secreciones de sus glándulas se activan. Inversamente, cuando vive las angustias del rechazo, los miedos y pesadillas a veces terribles, son otras las secreciones que emite. Nuestro cuerpo está estrechamente ligado a nuestros sentimientos. La biología y la sicología, en ciertos aspectos, son una sola cosa, pues el ser humano es uno. También, ciertas personas tienen un organismo predispuesto biológicamente a la depresión: la constitución genética que han heredado se ha fragilizado por las carencias químicas y biológicas de sus padres. Otros, por el contrario, tienen una constitución genética más sólida que puede resistir a los sufrimientos psicológicos. Todos somos muy diferentes: historias personales, experiencias familiares, la constitución heredada de nuestros padres.

   Algunos niños viven realidades terribles, están obligados a levantar gruesas barreras al interior de sí mismos para protegerse. Sin embargo, no caen en la depresión pues su constitución genética es más sólida. Otros niños parecen haber vivido una vida familiar aparentemente feliz: "mis padres siempre me quisieron", lo que no quita que hayan podido sufrir. Quizás han conocido momentos en los que su vulnerable corazón ha sido herido porque sus padres estaban demasiado ocupados, demasiado cansados, enfermos, incapaces de escuchar y de dar ternura. Si son débiles biológicamente, pueden sufrir la depresión. Están predispuestos a ella.

   Las heridas del corazón son realidades de la vida que no pueden evitarse. Cada niño "aguanta" como puede esos sufrimientos y los encierra dentro de sí mismo siendo, en mayor o en menor medida, capaz de hablar de ellos. Es de este modo que se forma nuestro inconsciente y, en parte, nuestra personalidad. Es así que se produce el encuentro de la historia del niño y su cuerpo, con todas sus diferencias biológicas.


   Algunas personas, cuando son adultos, idealizan a sus padres. Es como si les fuera absolutamente necesario que sus padres sean perfectos. Tienen dificultad para reconocer sus propios errores, sus debilidades y también las de sus padres. Rechazan reconocer que todo ser humano es una mezcla de luz y de tinieblas, de confianza y de miedo, de amor y de odio. Sin embargo, nadie escapa a esta ley. Todo el crecimiento humano consiste en aprender a dejar que la luz penetre más profundamente en las tinieblas, en permitir que la confianza y el amor venzan al miedo, los prejuicios y los odios; en encontrar la fuerza interior para vivir y aceptar nuestra historia real con todas sus heridas sin evadirnos a un mundo de ilusiones y sueños. En cada uno de nosotros, aún si no queremos reconocerlo, existe un mundo secreto y oculto, listo a surgir con mayor o menor fuerza, expresándose en tristeza o depresión.


Sanar o recuperarse

   Esas ideas negras que a veces llegan hasta querer desaparecer y morir, se vuelven más intensas cuando se está en presencia de gentes que parecen avanzar alegremente por los caminos de la vida. La palabra "depresión" da miedo. Uno no se atreve a pronunciarla. Y entonces se instala el pensamiento: "soy diferente de los demás, no valgo nada, tengo el mal dentro de mí".

   ¿Cómo ayudar a aquel que vive este sufrimiento y descubrir que se trata de un fenómeno natural? Muchos, a un momento u otro y, sobre todo, luego de un acontecimiento doloroso, se sienten invadidos por esta tristeza profunda que emerge a la conciencia. No es entonces una enfermedad vergonzosa que hay que esconder a sí mismo y a los otros. Tenemos el derecho de estar así, eso es parte de nuestro ser y de nuestra historia. Pero también hay cosas por hacer, no se trata de dejarse absorber por esa tristeza de muerte. Uno puede reaccionar, uno puede reencontrar la vida. Hay que aprender a manejar esos sentimientos que emergen a la conciencia, a no dejar que nos esclavicen y a, poco a poco, irnos liberando.

   ¿Qué hay qué hacer entonces cuando nos invade la tristeza profunda o las ideas negras? Lo primero: hablar con un amigo, con alguien que tenga experiencia. La vida es una sucesión de crisis y de cuestionamientos.

     "¿Qué hacer por aquel que pasa por este tipo de crisis? Al         comienzo es mejor dejarlo tranquilo, sin hacer                  preguntas. Pero llega el momento en que hay que                 localizar el conflicto con mayor precisión, ubicar la           causa de la depresión. Pues los conflictos que no se            localizan, que no se comunican, toman proporciones              desmesuradas, y las depresiones que no llegan a                 exteriorizarse se vuelven insoportables".
                      
                      Carta del Cardenal Daneels. Navidad 1988.

   Entonces, al principio es bueno reconocer en sí mismo o en el otro un estado de sufrimiento en el que hay la incapacidad para formularlo y compartirlo, un estado en el que uno se siente inferior, pobre y quebrado. Sin embargo, en algún momento habrá que expresarlo con palabras. La formulación es una liberación. Generalmente, uno no se atreve a decir lo que está viviendo: "nadie puede comprenderme". Uno se siente culpable, como si no se tuviera el derecho de hablar de sus propias heridas! Se piensa que quizás no será entendido, ni siquiera escuchado: "¿quién puede interesarse en mí cuando sufro así?". Uno piensa que será juzgado y condenado, que dará miedo. Son muchos los factores que hacen que en lugar de abrirse y compartir sus sufrimientos, uno se encierre en sí mismo, en sus tristezas y sus heridas. Uno se encierra en una suerte de prisión.

   Lo primero que hay qué hacer es hablar con alguien que pueda comprendernos. La palabra es comunicación, es comunión. Ella implica que tenemos confianza en otro ser humano o que esa confianza puede nacer. Si esta palabra es acogida con un verdadero respeto, con una verdadera compasión -aún cuando ningún consejo sea dado-, entonces sí existe un reconocimiento real de la persona: "Tú vales". Así, ya se disipan algunos nubarrones de la depresión: "no tengo una enfermedad vergonzosa".

   A veces sucede que, cerca de nosotros, hay personas de confianza que no juzgan, que no dramatizan pero que tampoco toman las cosas a la ligera, personas que tienen suficiente tiempo y disponibilidad interior para escucharnos: médicos rurales, curas, gente mayor que ya está jubilada, miembros de nuestra familia que, teniendo experiencia de la vida, a veces pueden ayudarnos simplemente escuchándonos, tomándonos de la mano, teniéndonos confianza y dándonos consejos sabios y concretos. Pero hay que confesar que muchos no encuentran a nadie que tenga esa sabiduría y esa disponibilidad para escucharnos. Cierto, demasiada gente tiene miedo de escuchar a una persona depresiva. Temiendo crear una relación de dependencia, se refugian en la hiper-actividad, no tienen tiempo...

   También es importante saber si es necesario un apoyo médico. En efecto: hay que distinguir la tristeza, la depresión que se puede vivir y superar con un ligero apoyo y, la tristeza o la depresión que no puede superarse sin ayuda médica. Existe una forma de depresión-enfermedad que, progresivamente, se convierte en cerrazón total: allí la persona es incapaz de comunicarse, está encerrada en una terrible prisión de ideas negras. Aparte de esta situación límite, existen consejos que pueden ser dados a cada uno: "No te juzgues, no te condenes por esos sentimientos de tristeza. Son el fardo de todo ser humano. Trataremos de encontrar juntos un poco de luz, de descubrir el origen y ver cómo manejar esos sentimientos".


Los inviernos de la vida preparan primaveras

   No estás solo. No eres el centro del Universo. Formas parte de este hermoso Universo. Y cada parte tiene su lugar, cada una es importante. Formas parte de este inmenso y maravilloso universo. Eres un hombre, una mujer que está en camino. Cierto, hoy te sientes prisionero del desánimo, invadido por la tristeza y los sentimientos de muerte. Son inviernos, prepárate para la primavera!

   Una de las diferencias entre nosotros: seres humanos, hombres, mujeres, hijos de la tierra, y los animales, es que ellos están adaptados al entorno. Nosotros podemos aceptarlo o rechazarlo, podemos abrirnos o cerrarnos, decir un "si" a la vida e intentar conducir la barca de nuestra vida. Pero también podemos decir "no!". El "si" a la vida que brota desde lo que hay de más profundo en nosotros, no es un "si" ingenuo o idealista, no es un "si" a un sueño o una ilusión. Es un "si" a nuestro ser profundo, un "si" a nuestro pasado, a nuestro cuerpo, a nuestra familia de origen, un "si" a nuestra tierra de tempestades, de inviernos, de sufrimientos, pero también de belleza y de claridad soleada, de aire fresco, de agua que corre, de miradas de niños, de cantos de pájaros. Es el "si" a nuestro destino y a nuestro crecimiento. Es el "si" a nuestra propia belleza aún si en este momento no podemos verla. Ese "si" puede ser al comienzo un "si" pasivo, hecho de cansancio y de lamentos, pero puede convertirse en un "si" de acogida, de aceptación total, un "si" que deviene alegría. Pero muchas veces hay que luchar para lograr el tránsito hacia el "si" total. Hoy ves el invierno, cree en la primavera! Mañana aparecerán los brotes y luego las flores y los frutos. No dramatices las cosas. Hazte amigo del tiempo. Pasas por un mal momento... Estás en crecimiento, estás llamado a dar frutos. Espera con paciencia. Crecer toma su tiempo...

  
La persona secreta y profunda que hay en cada uno de nosotros

   Nosotros, hombres y mujeres de la tierra, estamos admirablemente bien hechos. Existe en nosotros una parte muy profunda, muy secreta y escondida, es el corazón profundo hecho para la comunión y la alegría. Hay también una parte más superficial hecha de sentimientos y de imaginación. Podemos imaginar cosas que no existen. Podemos encerrarnos en ideas que son sólo fantasmas e imágenes.

   A veces, podemos recubrir la realidad profunda de nuestro corazón y de nuestra vida con todo tipo de cosas imaginarias.

   Para abrir una puerta hace falta una llave. Del mismo modo, para abrir el corazón y descubrir el sentido y el ritmo de la vida, es necesario una llave. Podemos dejarnos encerrar en una prisión de tristeza y rechazar la vida. Es entonces que una llave es necesaria para abrir la puerta que libera, la puerta de la vida, la puerta de la liberación.

   Existe una llave, una llave muy pequeña, una llave secreta. Esta llave es creer que, más profundamente que esos sentimientos de tristeza y de muerte, está nuestra persona profunda en la que hay vida, y que esta persona profunda es única e importante. Tiene un destino. Está llamada a crecer y a tomar su lugar.

   No te dejes invadir por esos sentimientos de muerte. Ten confianza en que detrás de ellos estás tú, tu persona. Detrás de las nubes está el sol que brilla. La llave que abre ese "si" a tu persona profunda y secreta, escondida tras las nubes de tristeza.

  
   La persona con quien llegues a hablar de esos sentimientos negros va a ayudarte, a través de su escucha tierna y atenta, a descubrir a esa persona secreta y profunda que hay en ti, va a ayudarte a apreciarla y a amarla.

   En lugar de decir: "no sirvo para nada, soy incapaz, quiero desaparecer y morir", vas a descubrir, poco a poco, cómo decir: "tengo en mí sentimientos de tristeza y de muerte que no sé de dónde vienen". Así, vas a descubrir esas dos partes en ti: esa parte secreta y escondida, la fuente de tu ser y de tu vida, y esa otra parte herida que envía a tu conciencia mensajes de tristeza, de muerte y de rebeldía.


Luchar contra esas fuerzas de muerte    

   Vas a descubrir en ti una suerte de lucha o de guerra entre esas dos partes, como sí, por momentos, tu corazón fuera un campo de batalla! La parte secreta y luminosa parece tan pequeña, tan débil, parece casi no existir. La parte del desánimo y de muerte se muestra enorme, aplastante. La parte débil, que sale de la tierra como una plantita, parece derrotada de antemano. Y, sin embargo, no! En un cuarto totalmente oscuro, si alumbras un fósforo o una velita, todo se aclara. De lo que se trata es de creer en esa lucecita que vence a las tinieblas.

   Esto no quiere decir que las tinieblas no sean densas, lo son. Esto no quiere decir que sea sencillo alumbrar la vela. No. Muchas veces es difícil. Pero hay una esperanza, hay una luz: la vida es más fuerte que la muerte, la luz más fuerte que las tinieblas, el amor más fuerte que el odio.

   En la medida en que no me identifique más con la depresión, en que pueda distinguir mi persona profunda de esos sentimientos de tristeza y de culpabilidad que surgen de no sé dónde, puedo poseer la llave de la curación y de la resurrección.

   Van a haber luchas a veces terribles: de un lado está mi persona profunda tan escondida, tan sedienta de reconocimiento, de comunión y de libertad interior. Del otro, están esas fuerzas de tristeza, de destrucción y de muerte que me invaden, me juzgan y me condenan pretendiendo que no sirvo para nada, que debo desaparecer. Si tú escoges la vida vas a luchar contra esas fuerzas tenebrosas, una lucha a veces tan ardua como el combate de un hombre o una mujer contra el alcohol o la droga. Pero cada vez que tú escoges la vida, cada vez que optas por tu persona profunda, es entonces que las tinieblas retroceden.

   No hay que dejarse desanimar ni abatir por los sentimientos de tristeza y de muerte, por esa imagen negativa de sí mismo. Hay que reaccionar. No te pongas una cara y una ropa de duelo. Vístete de colores claros, ponte perfume. Cuida tu cuerpo. Haz todo lo que puedas para combatir a esas fuerzas tenebrosas. Es una lucha que no es siempre sencilla pero que vale la pena. Conduce a la liberación. En esta lucha serás ayudado y sostenido por la persona con quien compartas todo esto, por los momentos de reposo y esparcimiento.



Saber descansar

   Existe un verdadero peligro cuando se sienten esas fuerzas de tristeza y de vacío interior, y es el de lanzarse a una actividad febril y a todo tipo de proyectos, a cualquier clase de distracción. Se quiere olvidar, olvidar, olvidar, haciendo cosas o llenándose de lo que sea. Pues, en el momento en que uno se detiene, la inquietud, la angustia y la culpa remontan a la superficie de la conciencia. Hay que reconocer, sin embargo, que muchas personas "aguantan" sólo de esta manera. No pueden parar, quizás por sus hijos o porque hacerlo les parece demasiado peligroso.

   Pero, a un momento dado, hay que tener el valor de parar la actividad febril o la búsqueda de distracciones superficiales para poder descansar un poco. Es entonces que los sentimientos tenebrosos remontan a la superficie, que el vacío interior aparece, pero se intenta, de una manera nueva, de encontrar la calma. Se encuentran así pequeñas cosas que apaciguan: cocinar, pasearse, escuchar música suave, entrar en una Iglesia, entregarse a una actividad que de un poco de alegría, hablar con un amigo, jugar con un niño; pequeñas cosas que dan un poco de paz y tranquilidad interior. Uno toma nota de sus fragilidades pero descubre también que hay lugares de paz.

   Hay que aprender a saborear esos momentos de paz: respirar tranquilamente, dejar subir al corazón las gotitas de alegría, dejar que el calor del sol entre en el cuerpo, vivir instantes de bienestar. En la noche, si puedes hacerlo, toma un baño caliente antes de acostarte. Descansa, relájate en ese baño.

   Entonces, poco a poco, vas a ir descubriendo los caminos de la paz y de la luz, y también cuáles son los caminos de la muerte. Si quieres vivir en la luz y en la paz, existen ciertas cosas, ciertas personas que hay que evitar: quizás amigos o vecinos que, por sus temores, sus dificultades, sus angustias y sus prejuicios, llevan al malestar; evitar también algunos programas de televisión, algunas revistas. Vas a descubrir que tu psiquismo, así como tu cuerpo, tiene necesidad de cierto tipo de alimentos, que otros alimentos son como el veneno: hacen mal. Exactamente como las personas que saben que si comen demasiado chocolate van a tener un fuerte malestar al hígado!

   Descubres entonces cuánto y en qué medida, tu vida, tu cuerpo, tu psiquismo son una realidad frágil y delicada. No se puede hacer lo que se quiere. Hay que protegerse, cuidarse, velar por los momentos de descanso, por el tipo de encuentros, por esos momentos de paz y de oración que ayudan a permanecer en la luz.

   Ciertamente, hay un equilibrio a encontrar, no se trata de volverse abuelita antes de tiempo! No hay que estar permanentemente preocupado por su salud cuando todavía se es joven. Saber vivir es también saber lograr ese equilibrio. Es saber elegir, optar por todo aquello que "te ayuda a vivir" en la paz y en la comunión, apartar todo lo que turbe e inquiete el corazón. Es esta la mejor manera de luchar contra las fuerzas de la muerte. Pero, a veces, la lucha es ardua. Hay que decir: "no, no, no" a la muerte y repetir: "si, si, si" a la vida. Es un acto de fe.

    Todo esto puede parecer idealista. Quizás tienes niños a los que hay que alimentar e ir a buscar al colegio, un marido un poco difícil, un trabajo duro. Es cierto, cada uno de nosotros tiene responsabilidades, cosas a hacer. No podemos darnos vacaciones de todo esto. Y, sin embargo, la liberación no puede darse si el cuerpo no descansa. Si nuestro cuerpo y nuestro psiquismo están tensos y estresados, el verdadero trabajo de liberación no podrá hacerse. Cada uno debe aprender a dejar ciertas actividades, a no estar hiper-activo y siempre haciendo cosas. Cada uno debe aprender a detenerse para poder mirar a los otros y al mundo, para acoger la paz.

   Para poder detenerse es necesario ser ayudado. Quizás el médico pueda dar una licencia para dejar por un tiempo el trabajo, o puede ser el marido o la mujer, o un amigo que, dándose cuenta que el cansancio y el estrés son fuertes, te ayudará a tomar medidas para poder realmente descansar.


¿Cuándo es que hay que descender a las tinieblas?

   Llegará el momento en el que, con un amigo competente, un sacerdote, un psicólogo, habrá que mirar de más cerca esas fuerzas tenebrosas. Ya no huir más de ellas sino intentar descubrir de dónde vienen y por qué te invaden de ese modo. Es mucho mejor afrontar preguntas reales que dejarse invadir por generalidades y sentimientos imprecisos, por un mundo imaginario que da miedo.

   Para descender a esas tinieblas hay que estar acompañado por alguien competente. Sin este acompañamiento no podremos mirar las tinieblas, no podremos reconocerlas ni tampoco soportarlas cuando se revelen ante nosotros. Esto se hará poco a poco, a través de la conversación, de dibujos, de sueños, de asociaciones de ideas y de imágenes que son caminos diversos para llegar a ese mundo oculto a la conciencia. También puede ser que tengamos necesidad de medicamentos antidepresivos prescritos por un médico. Estos medicamentos pueden dar un buen resultado, restituyendo al organismo sustancias químicas que la depresión ha "comido". Pueden devolverle el tono vital a la persona.

   Con nuestra inteligencia y nuestro corazón y, sobre todo, con ayuda, podemos proyectar un poco de luz en las tinieblas. Pero hay que afrontarlas con paz y confianza, diría que hay que entablar un diálogo con ellas. Si escapamos permanentemente de los monstruos que están dentro de nosotros, ellos se agrandan y toman proporciones desmesuradas. Pero si nos detenemos para mirarlos sin miedo, para afrontarlos, ellos retroceden, disminuyen y toman sus reales proporciones. Ya no nos dejamos gobernar por ellos ni por el miedo que producen en nosotros.

   Tomando distancia e intentando hacerlo con tranquilidad, los miedos de nuestra infancia emergen a la superficie: los miedos que hemos experimentado si nos han maltratado o si han abusado de nosotros, si hemos vivido conflictos insoportables alrededor nuestro, si hemos creído ser la causa de conflictos y discordias entre nuestros padres. Son todos esos miedos y esos sentimientos terribles los que hemos guardado en el fondo del corazón y que hemos sido incapaces de formularnos porque nos sentíamos demasiado malos. Es todo eso que remonta a la superficie. No habiendo sido expresados jamás, esos sentimientos dolorosos se quedaron en nosotros, escondidos en la memoria de nuestra carne y de nuestro cuerpo. Como que han roído nuestro corazón y destilado una suerte de veneno que se expandió por todo nuestro ser, condenándonos, culpabilizándonos.

  Es formulando poco a poco, con una persona compasiva y competente, esos sentimientos y acontecimientos pasados, pero que quedan terriblemente presentes en esta memoria del corazón, que se va a descubrir que no se era culpable de todo ese mal. Es cierto que se ha podido estar implicado en ciertos acontecimientos, que quizás se pueda tener una parte de responsabilidad, pero no toda. Se va a poder objetivar las cosas y las situaciones, ponerlas en una real perspectiva. Mirando así las cosas, en su verdad, se les va a desmitificar. Vamos a liberarnos de su poder sobre nosotros.

   Vamos así a descubrir más profundamente nuestro ser profundo. Veremos las faltas, miedos y violencias de nuestros padres o de otros miembros de nuestra familia. Vamos a poder comprender que no somos los grandes culpables.

   Pero si somos ayudados de buena manera, vamos a descubrir al mismo tiempo, que si nuestros padres han actuado de ese modo, con tanta falta de amor y delicadeza, a veces aún hasta con crueldad, es porque a su vez, ellos mismos fueron heridos por sus propios padres. Forman parte de esa cadena que va de generación en generación: el niño es herido, culpabilizado, el inocente que no puede defenderse ni comprender. Cuando ese niño crece se libera de su carga de culpa haciéndola caer sobre otro, uno más débil, más pequeño. Así, de generación en generación...

     Cuando se comienza a descubrir que si nuestros padres nos han hecho daño y nos han herido en nuestra más tierna infancia, es a causa de sus propias heridas, miedos y angustias, entonces comprendemos: nuestros padres son también niños que están heridos. Tienen cuerpos grandes de adultos pero, como nosotros, siguen siendo niños heridos.

   Los comprendemos, incluso descubrimos que podemos perdonarlos. Acogemos el pasado. Se perdona y el pasado ya no tiene más poder sobre nosotros.

   Y luego, se comienza a comprender que nosotros mismos no somos perfectos y que no lo seremos jamás. Quizás hemos hecho daño, hemos herido a nuestros padres, a nuestros hijos, nuestro marido, nuestra mujer. No se trata entonces de condenarnos a nosotros mismos, sino más bien de aceptar nuestra pobreza, de reencontrar el diálogo con el otro en un espíritu de humildad. Si es necesario, es cuestión también de saber pedir perdón. En la medida en que hay mayor claridad en el interior de uno mismo, en esa medida también se encuentra el coraje para acoger todo, para reconocer sus propios errores y responsabilidades, y para avanzar con tranquilidad hacia el porvenir, buscando la verdad en todo, la verdad que nos hace libres.

   Abriéndose así a la verdad y a la luz, poco a poco, descubrimos el misterio escondido de nuestro ser y lo que quiere decir "formar parte del universo". Nuestro ser profundo es importante y no podemos huir de él. Si buscamos en toda cosa la luz y el amor, la comunión y la comprensión, no nos juzgaremos ni condenaremos a nosotros mismos, seremos personas libres. La depresión ya no tendrá poder sobre nosotros. Podremos tomar nuestro lugar en este universo. Y quizás presentiremos entonces el corazón de Aquel que está al origen de este universo tan hermoso, y de la belleza que hay en nosotros. En el silencio de la paz, El puede decirnos: "Tú eres único a mis ojos y yo te amo". Nos introduce a la comunión con El, es decir, a la oración. Y esta comunión es perdón y vida.

La depresión: Una crisis que puede convertirse en fuente de liberación

   Ese tiempo de depresión es doloroso pero, al mismo tiempo, es una crisis que puede aportar una liberación muy grande si se descubre cómo vivirla, cómo encaminarse a la curación y salir.

   La depresión, tal y como la hemos descrito, es la emergencia a la conciencia de sufrimientos ocultos: sufrimientos que tienen su origen en la más tierna infancia. Estos sufrimientos ocultos, gobiernan de hecho muchas de nuestras actitudes, aún si no somos conscientes de ello. Nos impiden ser libres. Son como un peso en el corazón, como una infección en la sangre. Luego, esos sufrimientos se vuelven visibles y conscientes, terriblemente conscientes. Es como si la infección se convirtiera en un abceso. Se puede entonces reconocer el mal, se puede descubrir el origen. Es posible ahora liberarse de ese mal oculto.

   Es por eso que la depresión, al volverse más visible, más sentida, puede convertirse en un regalo y conducirnos a una verdadera y profunda liberación del corazón. Esta depresión nos obligó a detenernos, a mirar las cosas y los acontecimientos esenciales de nuestra vida y de la vida. Nos hizo tocar nuestra sed de comunión pero también nuestro miedo a la comunión. Ella nos hizo entrever más allá de las relaciones humanas, la posibilidad de beber de la fuente del universo y de la vida.


Jean Vanier
Ediciones "El libro abierto".
Francia, 1990.


Traducción de Fina Villarán

No hay comentarios:

Publicar un comentario